El
expresionismo fue un movimiento
cultural surgido en
Alemania a principios del
siglo XX, que tuvo plasmación en un gran número de campos:
artes plásticas,
literatura,
música,
cine,
teatro,
danza,
fotografía, etc. Su primera manifestación fue en el terreno de la pintura, coincidiendo en el tiempo con la aparición del
fovismo francés, hecho que convirtió a ambos
movimientos artísticos en los primeros exponentes de las llamadas “
vanguardias históricas”. Más que un estilo con características propias comunes fue un movimiento heterogéneo, una actitud y una forma de entender el arte que aglutinó a diversos artistas de tendencias muy diversas y diferente formación y nivel intelectual. Surgido como reacción al
impresionismo, frente al
naturalismo y el carácter
positivista de este movimiento de finales del
siglo XIX los expresionistas defendían un arte más personal e intuitivo, donde predominase la visión interior del artista –la “expresión”– frente a la plasmación de la realidad –la “impresión”–.
Con sus
colores violentos y su temática de
soledad y de
miseria, el expresionismo reflejó la
amargura que invadió a los círculos artísticos e intelectuales de la Alemania prebélica, así como de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918) y del
período de entreguerras (1918-1939). Esa amargura provocó un deseo vehemente de cambiar la vida, de buscar nuevas dimensiones a la imaginación y de renovar los lenguajes artísticos. El expresionismo defendía la
libertad individual, la primacía de la expresión subjetiva, el
irracionalismo, el apasionamiento y los temas prohibidos –lo morboso, demoníaco, sexual, fantástico o pervertido–. Intentó reflejar una visión subjetiva, una deformación emocional de la realidad, a través del carácter expresivo de los medios plásticos, que cobraron una significación metafísica, abriendo los sentidos al mundo interior.
El grito es el título de varios cuadros del noruego
Edvard Munch (
1863-
1944). La versión más famosa se encuentra en la
Galería Nacional de Oslo y fue completada en
1893. Otras dos versiones del cuadro se encuentran en el
Museo Munch, también en
Oslo, mientras que una cuarta versión pertenece a una colección particular. Munch realizó también una litografía con el mismo título.
El cuadro es abundante en colores cálidos de fondo, luz semioscura y la figura principal es una persona en un sendero con vallas que se pierde de vista fuera de la escena. Esta figura está gritando, con una expresión de desesperación. En el fondo, casi fuera de escena, se aprecian dos figuras con sombrero que no se pueden distinguir con claridad. El cielo parece fluido y arremolinado, igual que el resto del fondo.